“A mediados de los 90 ingresé a estudiar artes visuales. En ese momento, mi acercamiento al arte se enmarcaba en lo que mis padres habían impulsado con cursos infantiles de dibujo, música, pintura, teatro, una modesta biblioteca sobre técnicas para dibujar, un insistente gusto por la lectura desde la educación básica y muchos, pero muchos juguetes educativos relacionados con habilidades técnicas; pero aun con ese contexto, no había experimentado ninguna confrontación con el arte contemporáneo. Motivado por compañeros de escuela visité por primera vez el Museo MARCO, en particular la exposición del Premio MARCO de 1995. Lo que más recuerdo es que la pintura de Marcelo Aguirre, que después me enteré había sido ganador de aquel premio, me había dejado muy inquieto. La inquietud era incómoda, molesta, pero seductora, me gustaba sentirme así pero no tenía palabras para darle sentido. Varias conversaciones en el Vip’s después y experiencias de trabajo colectivo con maestros y amigos de mi generación universitaria, me di cuenta de que había entrado a un mundo de las artes que no entendía, me incomodaba (placenteramente) pero quería saber más… y sigo así.

Experiencias después en el mismo Museo, me otorgaron referencias para dialogar sobre lo que me interesaba del mundo. Hoy supongo que lo que pasó fue que había una relación directa entre lo contestatario de aquella pintura de Aguirre y las ideas que circulaban entre mis compañeros y amigos en el mundo de las artes. Ya egresado, he tenido oportunidad de visitar museos de arte contemporáneo en otro países, incluso de colaborar en ellos y reconozco que la oportunidad que me dio el Museo MARCO de aquella experiencia de confrontación, es cómplice trascendental de lo que hoy hago en las artes.”

Samuel Cepeda

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