“De las actividades artísticas que se conocen, en mi opinión, dibujar es de las primeras que el ser humano utilizó para comunicarse, prueba de esto son las pinturas rupestres. Los hombres de aquel tiempo, empezaron trazando líneas rectas, curvas y quebradas tratando de expresar vivencias. Se dice que dibujaban a los animales que querían cazar porque eso les ayudaba a perderles el miedo, esto indica que esta actividad, además, ha tenido funciones terapéuticas desde sus inicios. Posteriormente fueron avanzando en el dominio del trazo, dibujando los animales con movimiento, después agregando otros elementos como árboles, ríos, la luna, las estrellas, el sol, alguien, quizá por casualidad, descubrió plantas y minerales que les aportaron color y volumen, enriqueciendo así sus dibujos y dándoles más realismo.

Creo que así fue como nacieron los primeros pintores.

Esos pintores hicieron sus dibujos en las paredes de las cavernas y quienes entraban, admiraban esas pinturas que formaban parte de un lenguaje que comunicaba sentimientos, inquietudes, miedos, alegrías, logros, etc.

Creo que así fue como nacieron las primeras exposiciones.

Algunos de estos artistas tuvieron la disposición y paciencia para enseñar a otras personas cómo dibujar.

Creo que fue así como nacieron los primeros maestros de pintura.

Desde hace más de 30 años me he dedicado a esta última actividad. En el 2010, gracias a mi hija, la también artista plástica Lorena Rodríguez, nos invitaron a dar clases de pintura en los Talleres para Adultos de MARCO. Cuando supe, sentí un terrible miedo, de momento pensé que era una gran responsabilidad y no sabía si podría con el paquete.

Formar parte del grupo de maestros de MARCO, el museo más importante de América Latina, era un sueño acariciado desde hacía tiempo.
Había visitado el Museo muchas veces, me fascinaban su arquitectura, su enorme y bella paloma, sus salas, su majestuoso patio central, su maravillosa y original fuente. En sus paredes había admirado exposiciones de los mejores artistas del mundo. Ahora daría clases allí, ¡no podía creerlo!

Llegó el día de dar mi primera clase, llegué al Museo, las piernas me temblaban, creí que no podría caminar. Por fin entré al taller, los alumnos fueron ingresando y se acomodaron en sus lugares atrás de los caballetes, la mayoría eran muchachos jóvenes. No sabía qué les diría. ¡Más de 25 años de dar clases y no sabía cómo iniciar! Tenía pavor de no dar la talla. Empecé por decirles mi nombre y que sería su maestra. No me acuerdo qué más dije, solo recuerdo que mi boca estaba seca hasta la garganta y que mis manos apenas podían sostener el lápiz. Conforme pasó la clase, me sentí más segura y me fui relajando.

Desde entonces han pasado 10 años, he dado muchos cursos, a pesar de la diferencia de edad con mis alumnos me he dado cuenta que eso no es impedimento. Como tenemos un interés común: la pintura, entre nosotros no hay barreras.

Mi objetivo ha sido trasmitirles mis conocimientos, y el de mis alumnos asimilarlos y ponerlos en práctica. La mayoría de ellos podrían ser mis hijos y algunos hasta mis nietos, sin embargo hemos desarrollado una hermosa amistad. Hemos estado en contacto por años, los he visto aprender y mejorar día con día, algunos han formado sus talleres y dan clases, los he visto graduarse, casarse, he visto crecer a sus hijos, nos hemos felicitado y festejado en nuestros cumpleaños y fechas importantes.

A través de los años he podido comprobar que sí les gustan mis clases, porque casi todos se reinscriben, algunos hasta más de 10 veces. Esto es una gran satisfacción para mí, la mayor parte de mis cursos, antes de la primera clase ya están llenos.
Entre mis alumnos hay un muchacho, Luis Rolando. En la primera clase su mamá me dijo que Luis era un niño especial, me explicó que tiene Síndrome de Asperger, que era retraído y que no hablaba mucho.

En la primera clase les enseño una forma sencilla de trazar que es a base de usar una cuadrícula, pero después de explicárselo varias veces Luis no lograba entenderla, hasta que se me ocurrió decirle: “mira, tú traza como Dios te dé a entender y yo te corrijo, sobre la marcha irás aprendiendo”. ¡Fue lo mejor que pude hacer!, él es fabuloso para trazar, tiene una facilidad asombrosa para las proporciones y mucha habilidad para poner color. Sus cuadros tienen mucha luz. Con él, a mí me tocó aprender que hay diferentes maneras de guiar a los alumnos. Luis es de los que se reinscribe curso tras curso. En una ocasión le sugerí que hiciera un cuadro original. Le pedí que lo sacara de su imaginación sin tener que basarse en un modelo. Al iniciar se trabó un poco, pero una vez avanzando no tuvo problema. Hizo un cuadro de la Macroplaza, con el Faro del Comercio, El Casino Monterrey, la Catedral, obviamente MARCO y en el fondo nuestro hermoso Cerro de la Silla. Se tardó varios cursos en terminarlo porque no estaba sencillo, pero quedó extraordinario, todos los que lo vieron lo felicitaron. En la muestra de fin de cursos lo exhibió y a una persona le gustó tanto que se lo compró a muy buen precio. ¡Estábamos felices, su mamá, yo y desde luego él! Fue algo muy especial que le dio mucha seguridad. Luis aprendió no solo a pintar, sino a saber que la pintura puede ser una buena fuente de ingresos para él.

Ser maestra en MARCO, ha sido una gran experiencia. Quiero mucho al Museo, quiero que exista siempre. Por la pandemia hace ya 9 meses que no hay clases presenciales, pero estoy feliz porque iniciaremos cursos por Zoom en enero del 2021. Mientras pueda y me permitan seguiré dando clases en sus talleres. Es un gran orgullo ser maestra de pintura en MARCO.

El mejor regalo que he recibido es una playera que dice: “MARCO, museo de ELSY, museo de TODOS”… ¡Esto es cierto!”

Elsa Ayala

#StoryTellingMARCO #MUSEODETODOS