La exposición Un conejo partido a la mitad, que MARCO abre a partir del 28 de abril, se enfoca en el artista Julio Galán como punto de partida de su obra, donde exploró la identidad, el género, la ficción y los dispositivos escénicos.

Producida por el Museo Tamayo, bajo la curaduría de su directora Magalí Arriola, la exhibición ahonda en las representaciones del mismo Galán no solo a través de la pintura, sino de la fotografía y el performance, medios que funcionaron como herramientas para abordar el género y las ficciones de identidad en sus múltiples autorretratos.

Eso se refleja en las cerca de 80 obras de Galán, la mayoría pinturas y algunas esculturas; y en los más de 50 retratos realizados por distinguidos fotógrafos como Graciela Iturbide, Juan Rodrigo Llaguno, Francisco Barragán y Enrique Badulescu. Se muestran también sus álbumes fotográficos personales que documentan su vínculo con grandes artistas de la época, como Andy Warhol, y revistas internacionales donde se publicaron entrevistas. Todas las piezas datan entre 1982 a 2000.

La curaduría de Arriola no está organizada como retrospectiva ni de forma cronológica, sino transversal, revisando la práctica pictórica del artista a través de núcleos temáticos sobre asuntos abordados con frecuencia como la infancia y la adolescencia, la violencia intrafamiliar y la violencia de género, el despertar del deseo y la represión de la sexualidad.

Otro tema destacado es el uso de dispositivos escénicos en su obra temprana, que se convierten en mecanismos de reconocimiento y (auto)representación, al recurrir a estrategias como el travestismo y la mascarada. La obra de Galán muestra las problemáticas de género e identidad tal y como fueron planteadas en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, lo que permite revalorizar su pertinencia en la época actual.

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